2 de agosto de 2010

Una leyenda de cine, sus mitos, su erótica, su belleza y su censura.



Una de las primeras adaptaciones cinematográficas de una novela fue Tarzán de los Monos. Escrita por el norteamericano Edgar Rice Burroughs (1875-1950) en el año 1914, cuatro años después, en 1918, el director de cine mudo Scott Sidney la filmaría con Elmo Lincoln en el papel de Tarzán y Enid Markey en el de Jane. En los fotogramas de esa película muda se observa ahora como Jane viste acorde con la moralidad de los primeros años del siglo XX, contrastando absolutamente con la liberalidad que, apenas diez años más tarde, se conseguirían en los filmes de esa misma leyenda literaria. Pero, sin duda, la mejor película de esa famosa leyenda universal lo fue Tarzán y su compañera del año 1934, protagonizada por Johnny Weismüller (1904-1984) y Maureen O'Sullivan (1911-1998). Dos años antes O'Sullivan había protagonizado la primera película de las seis que hiciera junto a Weismüller, Tarzán el hombre mono. En esas dos primeras producciones cinematográficas, la del año 1932 y 1934, los directores habían realizado unos filmes verdaderamente para adultos, tanto por el propio guión como por las secuencias y fotografías de los mismos. Para el año 1935 la industria cinematográfica norteamericana empezaría a autocensurarse, presionada mucho por las influencias puritanas estadounidenses.

Las siguientes películas de estos dos actores, La fuga de Tarzán del año 1936 y Tarzán y su hijo del año 1939, y siguientes producciones de Tarzán, fueron obras cinematográficas más dirigidas al público infantil, con un vestuario de la protagonista más adecuado con las nuevas exigencias morales establecidas. En Tarzán y su compañera del año 1934 se filmaría una escena bajo el agua donde Jane está totalmente desnuda acompañando a Tarzán en una danza acuática muy seductora y artística. Pero Maureen O'Sullivan no la rodaría, ella sería suplantada por una nadadora olímpica, Josephine McKim (1910-1992). Ya fuese porque O'Sullivan no quisiera mostrar sus encantos o porque prefirieron que fuese una profesional quien lo hiciese, el caso es que Jane en esa secuencia desnuda no fue la Jane real. De todas formas poco importaba ya que esa secuencia fue suprimida del filme, y no recuperada hasta sesenta años después gracias a la Productora Turner. La belleza de esas imágenes nos muestran y evidencian la estúpida y anti-artística forma de los prohombres de aquellos años por cercenar el bello arte cinematográfico. También nos muestran el enorme cambio social en las costumbres sexuales, unas costumbres muy estrictas que empezaron a producirse a partir de la segunda mitad de la década de los años treinta y no acabarían hasta casi cuarenta años después, muy cerca de finales del siglo XX.

(Fotograma de la película Tarzán el hombre mono, 1932; Fotograma de Tarzán y su compañera, 1934; Fotograma de La fuga de Tarzán, 1936; Fotograma de Tarzán y su hijo, 1939; Escenas tanto de Tarzán y su compañera, 1934 y de La fuga de Tarzán, 1936, en donde se observa el cambio de vestuario de Maureen O'Sullivan; Fotograma de El tesoro de Tarzán, 1941, de Johnny Weismüller y Maureen O'Sullivan; Cartel de Tarzan y su compañera, 1934; Cartel de La fuga de Tarzán, 1936; Fotografía de la nadadora olímpica Josephine McKim, 1928; Cartel de la primera película de Tarzán, Tarzán de los monos, 1918; Fotogramas de la película muda Tarzán de los monos de 1918, con los actores Elmo Lincoln y Enid Markey en los papeles de Tarzán y Jane.)

30 de julio de 2010

Una novela y una película desconocidas, y, entre ellas, una ópera famosísima.



Cuando el día 1 de febrero del año 1893 estrenara su ópera Manon Lescaut, el compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924) no pudo imaginar por entonces el gran éxito que esta composición musical llegaría a tener. Basada en una obra literaria escrita más de un siglo antes por el novelista francés Antoine François Prèvost (1697-1763), describe la vida de una pareja destinada al fracaso y la tragedia. Prèvost, un clérigo atormentado y exiliado de su país, publicaría entre los años 1728 y 1753 Memorias y aventuras de un hombre de calidad retirado del mundo. En esa inmensa obra escrita en varios volúmenes cuenta el autor en un último capítulo la historia del caballero des Grieux y de Manon Lescaut, un relato en parte reflejo de su azarosa y confundida vida vagabunda. Tan atrevido fue el relato que el Parlamento de París lo condenaría a la hoguera. En la novela, el protagonista, un heredero aristócrata, ingenuo y confiado, acabará irremediablemente enamorado de Manon, una cortesana sin recursos pero muy atrevida, ambiciosa y sensual. En su deseo por vivir con ella rompe con su familia y se desliza por una vida de penuria, escasez y desolación. Para retenerla el joven protagonista terminará hasta dejándose convencer por el hermano rufián de Manon, accediendo así a un mundo de maldad, juegos, falsedad y engaños. Después de ser robados y de llegar a una precariedad total la pareja de amantes, consiente ahora el protagonista que su amada seduzca a un rico y poderoso caballero con la maliciosa intención de que éste done su fortuna a Manon. Terminan ambos luego denunciados por estafa, castigada y prostituida ella y abandonado y abatido él.

Sin embargo el protagonista no dejará de buscarla nunca, de requerirla y de necesitarla para siempre. Cuando la encuentra al fin ambos acaban perdidos en un desierto de desolación. La encuentra en un lugar donde Manon terminará muriendo por una enfermedad. En una escena sublime su amado reposa arrodillado, abatido, resignado y hundido ante la tumba improvisada, sencilla y humilde de ella. En el año 1949 el director de cine francés Henri-George Clouzot (1907-1977) llevaría a la pantalla su película Manon, basada en aquella ópera decimonónica del compositor Puccini. La protagonizaría entonces una desconocida y jovencísima actriz francesa, Cècile Aubry (1928-2010). Esta actriz tan sólo participaría en siete películas más en toda su vida. Acabaría retirándose del cine diez años después del estreno de Manon. En el rodaje de la película había conocido al hijo del pachá de Marrakech, Si Brahim El Glaoui, casándose con él y marchándose a vivir a Marruecos. Años después se separaría de él y, con su único hijo, regresaría a Francia donde se dedicaría a la literatura infantil. Su personalidad entre mujer fatal y cándida criatura frágil retrataría eficazmente el personaje literario que ideara el Abate Prèvost para su bella, seductora y malograda heroína.

(Imagen del cartel de la película Manon, de 1949; Fotografía de estudio de Cècile Aubry, 1950, recientemente fallecida; Grabado con el retrato del Abate Prèvost, 1755; Portada de una edición francesa de la novela Manon Lescaut; Poster y cartel de la ópera Manon Lescaut de Puccini; Fotografía de Cècile Aubry en Marruecos en 1950; Fotografía de Giacomo Puccini al piano; Fotografía del director de cine Henri-George Clouzot; Fotograma de la película Manon de Clouzot, 1949.)

28 de julio de 2010

Algunas de las mujeres retratadas más sugerentes del genial Goya.



El retrato de la Familia del Duque de Osuna, pintado por Goya en el año 1788, es una de las composiciones de retrato en grupo más conseguidas de toda la historia del Arte español. En este cuadro aparecen don Pedro de Téllez y Girón, IX duque de Osuna, su esposa, doña Josefa Alonso Pimentel, y sus cuatro hijos. La niña del centro del cuadro es Joaquina Téllez-Girón, que acabaría siendo luego la marquesa de Santa Cruz, pintada también por Goya, diecisiete años después, en un sorprendente retrato romántico, recostada con una lira y una corona de flores, detalles que reflejaban la afición de la marquesa por la música y la poesía. Esta pintura recostada de Goya se asemeja en su composición a su otra famosa obra, La maja vestida, una pintura contemporánea de este retrato de la marquesa. También tiene el retrato de la marquesa de Santa Cruz cierta reminiscencia con la obra barroca Venus del genial pintor Velázquez. Otro cuadro de interés del gran pintor español del siglo XVIII es el Retrato de la marquesa de Lazán, doña María Gabriela Palafox y Portocarrero. La belleza de esta modelo y su esbelta apostura, como de recién aparecida en la escena desde un fondo oscurecido, hace de esta obra romántica de Goya uno de los más sugerentes y bellos retratos femeninos del creador aragonés.

La hermana de doña María Gabriela, doña María Tomasa Palafox, marquesa de Villafranca, fue retratada también por Goya, aunque esta vez sentada, no acostada, y con la paleta de pintar y unos pinceles entre sus manos artistas. Llegaría a ser incluso doña María Tomasa miembro de la Real Academia española de Bellas Artes de San Fernando y una gran aficionada al Arte. En otro cuadro de Goya, La marquesa de Solana, aparece doña Rita de Barrenechea sola, pintada de pie y con un lazo rosa en su cabeza. Es, sin embargo, una muy curiosa pintura femenina ésta del gran creador español, una obra de Arte que nos describe, con extraordinaria elegancia, las características singulares de esta inteligente mujer, una personalidad muy ilustrada para su época. Es una gran obra de Arte porque aparece retratada además como una mujer más bohemia que aristocrática -por su dedicación a la literatura-, con una sencilla pose a pesar de su alto rango social. El pintor español, apreciándola, consiguió dibujarla atractiva y muy juvenil, teniendo en cuenta que la marquesa tendría por entonces unos cuarenta y cinco años de edad, una edad para la época muy considerable. Pocos meses después de retratarla, fallecería doña Rita de Barrenechea en Madrid. Por último, la belleza más conseguida de Goya en un retrato de mujer española: Doña Isabel Lobo de Velasco y Porcel. En este óleo del año 1805 Goya retrató a la esposa de Antonio Porcel, un amigo del pintor casado en segundas nupcias con esta hermosa mujer andaluza, veinticinco años más joven que su esposo. Estas son sólo algunas de las mujeres que Goya plasmaría en un cuadro, ya que el pintor pintaría muchas más durante toda su vida creativa. Pero éstas representan el difícil equilibrio iconográfico entre belleza, inteligencia, interés, misterio y Arte... Todos éstos además unos elementos que el ser femenino y Goya conjugaron de un modo extraordinariamente artístico en aquel Arte español del retrato romántico por antonomasia.

(Imagen del óleo Isabel Lobo de Velasco y Porcel, 1805, National Gallery de Londres; Cuadro La marquesa de Solana, 1795, Museo del Louvre, París; Óleo Marquesa de Santa Cruz, 1805, Museo del Prado, Madrid; Óleo Marquesa de Villafranca, 1805, Museo del Prado; Óleo de Marquesa de Lazán, 1804, Palacio de Liria, Madrid; Óleo Familia de los Duques de Osuna, 1788, Museo del Prado, Madrid; todos lienzos de Francisco de Goya y Lucientes, 1746-1828.)

21 de julio de 2010

Una cruzada poética y legendaria, una modelo amada y un pintor enamorado.



El poeta renacentista italiano Torquato Tasso (1544-1595) concluiría, en el año 1575, su gran obra épica y lírica Jerusalén Liberada. Este gran poema renacentista relataba, en un estilo legendario, las vicisitudes de los cruzados europeos durante la primera toma de Jerusalén llevada a cabo en el año 1099. Entre los cruzados cristianos que tratan de tomar la ciudad santa se encuentra el soldado Reinaldo. Éste huye una vez desairado del campamento cristiano, instalado para asediar la ciudad, por un enfrentamiento personal con otro cruzado. Pero una bella mujer enemiga, Armida, es enviada por unos aliados de los sitiados musulmanes para socorrer Jerusalén ahora con su magia. Armida consigue, gracias a su magia prodigiosa, hacer prisioneros a algunos de los cruzados cristianos que asediaban la ciudad. Mientras, otros caballeros cruzados se acaban rebelando contra el propio jefe de la cruzada, Godofredo de Bouillón (1060-1100), por la forma en que se llevaba el asedio. Al final, Godofredo logra dominar la rebelión y terminan luchando todos juntos contra el enemigo musulmán. A su vez, Reinaldo aprovecha aquella huida para liberar algunos prisioneros cristianos capturados antes por la arpía Armida.

Continúa el poema de Tasso describiendo cómo ahora un bosque cercano, que los cruzados deben utilizar para fabricar sus artefactos de asedio, es hechizado por otro mago enemigo siendo imposible utilizar esos árboles por los cristianos para conseguir la victoria deseada. Godofredo manda entonces buscar a Reinaldo, único capaz de poder conjurar aquel hechizo. Éste, sin embargo, habría caído seducido ya bajo los poderes mágicos de la bella Armida. Pero ésta terminaría irresistiblemente enamorada ahora de Reinaldo. El soldado cruzado consigue al fin liberarse del mágico seductor hechizo, y acabará conjurando además el maleficio inoportuno del necesitado bosque. Los cristianos pueden, de ese modo, usar el tan necesitado bosque y su madera terminando por conquistar la amurallada ciudad musulmana de Jerusalén.

El pintor veneciano Francesco Hayez (1791-1882), representante del Romanticismo histórico de Italia, fue un hábil artista que consiguió combinar la excelente factura de su trabajo clásico con un misterioso y acertado simbolismo. Crearía el cuadro Reinaldo y Armida en el año 1814, enamorándose el pintor de su hermosa modelo de diecinueve años como el protagonista de la leyenda. En el lienzo se aprecia ahora cómo Armida, que se acerca al enemigo cristiano Reinaldo para asesinarlo, acabará seducida y enamorada perdidamente de él. Dos compañeros de Reinaldo le buscan denodamente ahora. Y tratarán de convencerlo de que rehúya aquel hechizo amoroso. Utilizan incluso un espejo -que se observa en el cuadro- para que Reinaldo se mire a sí mismo ahora... ¡y reaccione! Otro creador, Nicolás Poussin, pintaría mucho antes, en el año 1629, la misma representación legendaria. Pero entonces Poussin incluiría además a Cupido -el dios latino del amor-, que se afanaría por detener así, atrevido, el brazo asesino, decidido y mortífero de la bella Armida...

(Óleo Reinaldo y Armida, del pintor italiano Francesco Hayez, 1814, Galería de Venecia; Óleo Meditación de la Historia de Italia, Francesco Hayez, 1851, Galería cívica de Arte, Verona, extraordinaria obra que simboliza la construcción de la nación italiana, con los símbolos que justificarían la creación de Italia: la cruz y la Historia escrita; al mismo tiempo el pintor Hayez dibujará una joven pura pero dubitativa, de mirada perdida y sin fuerza, como la realidad en el momento de la creación del cuadro de las dificultades que la unificación italiana suponían en el año 1851; Autorretrato, Francesco Hayez, 1860, Galería de los Uffizi, Florencia; Imagen con el Retrato de Torquato Tasso; Cuadro de la pintora prerrafaelita Mary Spartalli Stillman (1844-1927) Una rosa del jardín de Armida, 1894; Lienzo de Nicolás Poussin, Reinaldo y Armida, 1629, Londres)

15 de julio de 2010

El Arte decorativo o la pintura expresada en soportes originales.



El Arte como decoración siempre ha sugerido al ser humano motivos y medios diferentes para sus creaciones originales. Desde los primitivos decorados de las cuevas prehistóricas, hasta los descriptivos vidriales de las iglesias medievales; desde los grabados faciales de pueblos lejanos, hasta las creativas y sensuales formas de dibujar el cuerpo femenino... Es otra manera de entender la creación artística, donde ha habido autores geniales de la pintura universal, o sólo anónimos dibujantes. Unos motivos que, tanto ahora como hace miles de años, utilizaron la imaginación y la innovación decorativa como una forma extraordinaria y subyugante de comunicar belleza.

(Imagen de las Cuevas del Cogul, pintura rupestre de hace 8000 años, Lérida, España; Imagen prehistórica de la Cueva de Lascaux, Francia, hace 18000 años; Vidriera de la Catedral de Milán, 1551, del pintor milanés Arcimboldo, 1527-1593; Vidriera de la Catedral de San Vito, Praga, pintor checo Alfons Mucha, 1860-1939, Art Nouveau, 1928; Óleo del pintor checo Gottfried Lindauer, 1839-1926, Nativo maorí, Nueva Zelanda;  Fotografía de la actriz Demi Moore, con su cuerpo desnudo pintado de frac.)

13 de julio de 2010

Una estancia con vistas, una logia vaticana y dos pintores unidos...



El pintor romántico Joseph Mallord William Turner (1775-1851) viajaría a Italia en el año 1819 para encontrar las fuentes clásicas de la pintura. Y así, al visitar Roma, no pudo menos que honrar la memoria del famoso pintor del Renacimiento Rafael Sanzio, llamado también el Divino (1483-1520). Se cumplían entonces exactamente trescientos años de la muerte del gran Rafael, y Turner pintaría, en un agradecido homenaje, este grandioso óleo sobre lienzo de más de tres metros de largo por algo más de uno de alto que vemos ahora aquí. La maravillosa composición pictórica, tomada desde uno de los pórticos abiertos (logias) del Vaticano, nos presenta la vista de la enorme plaza vaticana y su columnata barroca, pero, además, nos permitirá observar la ciudad de Roma al fondo bajo un limpísimo y brillante cielo azul. Es una extraordinaria obra de Arte que combina la tendencia paisajista habitual de Turner, así como el pequeño homenaje al que fuera gran creador clásico del Arte renacentista. Los colores de la luz en la obra, los mismos con los que el pintor inglés realzará los interiores de la logia, aquí ahora más sombrío, los contrastará sin embargo con la belleza de la plaza porticada, ésta más luminosa, configurando así un gran alarde compositivo lleno de luces y sombras muy creativo y romántico.

Completará el pintor romántico ese color de la luz del lienzo con la silueta de la ciudad eterna, ahora más alejada y más atenuada en el lienzo gracias a la luz poderosa de un cielo lleno de esplendor luminoso. Llenando todo de una suave brumosidad prodigiosa y brillante que irá más allá aún del color vibrante del gradual y bello cielo azul de Roma. En este homenaje al gran pintor Rafael, Turner dibujaría al pintor renacentista junto a su amante -la Fornarina- y su famoso cuadro la Virgen de la silla (1513), obra artística de Rafael donde aparece la amante como una virginal modelo trascendida. La vista está tomada desde un soportal de la segunda planta del Palacio Vaticano, también llamado logia (galería sostenida por arcos y columnas pero abierta al exterior) de León X. Fue este Papa (del año 1513 hasta el año 1521) quien dispuso en esa logia de sus estancias personales. En primer plano se aprecian además parte de los detalles de la magnífica logia vaticana, como su estuco decorado o las bóvedas maravillosas, como el pavimento de sus losas dibujadas, o como la perspectiva tan hermosa de los pasillos embellecidos con su decoración clásica.

El ángulo desde donde se tomaría la visión para la obra, magistralmente elegido por el autor romántico inglés, nos presenta ahora un enorme cielo azul pero también celeste y blanco, algo que contrasta ahí suavemente las colinas y la ciudad empequeñecida del fondo con la plaza y los motivos artísticos del gran Rafael, añadidos por Turner en este cuadro. Turner es el pintor del paisaje romántico por excelencia. De lo que este creador romántico llevaría al más alto grado artístico en la pintura universal. Pero aquí, en Roma, no puede evitar él ahora, aunque fuese sesgadamente, recordar al divino Rafael, a aquel pintor renacentista que llegaría a la deseada Florencia artística donde trabajaban, nada menos, que el gran Miguel Angel y el insigne Leonardo. Pero que supo destacar también con su elegancia, perfección, belleza y equilibrio, las extraordinarias composiciones clásicas de un Renacimiento subyugador. Rafael fue llamado a Roma por el Papa Julio II (pontífice desde el año 1503 al año 1513) para decorar y pintar algunos frescos del Vaticano, aunque acabaría luego también por retratar al pontífice y a su propio sucesor León X. William Turner y Rafael, dos pintores que fueron citados por dos admiradores suyos, críticos o aficionados de sus Artes. El crítico inglés John Ruskin (1819-1900) diría de Turner: es el artista que más conmovedora y acertadamente ha medido el temperamento de la Naturaleza. El cardenal, poeta y erudito Pietro Bembo (1470-1547) escribiría del gran Rafael a su muerte (inscrito en su sarcófago): Aquí yace el famoso Rafael, del cual la Naturaleza temió ser conquistada mientras vivió, pero cuando murió creyó que murieron juntos...

(Óleo Roma desde el Vaticano, 1820, de William Turner, Tate Gallery, Londres; Óleo La Virgen de la Silla, 1513, de Rafael Sanzio, Galería Palatina Palazzo Pitti, Florencia; Óleo La Fornarina, 1519, Rafael Sanzio, Museo de Arte Antigua, Roma.)

8 de julio de 2010

Un Déjà Vu histórico, un impostor, un escritor mexicano, un folletinista y un famoso actor.



Aunque de buena familia irlandesa, William Lamport (Wexford, Irlanda, 1611 - Ciudad de Méjico, Nueva España, 1659) terminaría siendo un aventurero corsario inglés. En un viaje juvenil para estudiar en Inglaterra se dejaría seducir por el mundo romántico de la piratería corsaria. Sin embargo, abandonaría sus peripecias corsarias en otro país cuando, al desembarcar en La Coruña, decide quedarse en España y cambiar ahora su nombre por el castellano Guillén Lombardo. Después de estudiar en Alcalá de Henares ingresaría en la Armada española como capitán, participando además en gloriosas y victoriosas batallas navales en el convulso siglo XVII español. Pero en el año 1640 es nombrado por el rey Felipe IV un nuevo virrey para la gobernación de la Nueva España (Méjico), don Diego López de Pacheco (Cuenca, 1599 - Navarra, 1653), y entonces el joven capitán Lombardo lo acompañará en el largo y peligroso viaje a las Indias Occidentales. Aunque desconociéndose el motivo real, el capitán Lombardo acabaría en Méjico siendo arrestado por la Inquisición acusado de brujería y conspiración contra la Corona. Al parecer quiso liberar a los indios y esclavos negros oprimidos, alzándose ahora él como un emancipador y un justo gobernante.

Intentaría Guillén Lombardo escapar en varias ocasiones de la prisión inquisitorial, aunque, finalmente, sería sentenciado, condenado y ejecutado en la hoguera en la Ciudad de Méjico en noviembre del año 1659. Mantuvo una arriesgada fama de mujeriego y seductor sin escrúpulos, incluso con altas damas aristócratas. Pero tambien se prodigaría en su afición de aventurero rebelde y de fabulador impenitente. En este caso tuvo hasta la osadía de proclamarse hijo bastardo del padre del rey español Felipe IV, tratando de hacerse con la legitimación de una posible corona mejicana. Esto le llevaría a su perdición final. Con el Romanticismo literario propio del siglo XIX un escritor mexicano, Vicente Riva Palacio (1832-1896), llegaría a compilar en el año 1872 una novela basada en la historia de este capitán irlandés. En su obra titulada Memorias de un impostor, rey de México, relataba la vida en el Méjico colonial de Guillén Lombardo. Aunque mantuvo el autor datos históricos utilizaría, sin embargo, un estilo fabulador propio de las novelas francesas de aventuras de la época, como fuese por ejemplo la famosa novela Los tres mosqueteros del prolífico escritor Alejandro Dumas (1802-1870).

Riva Palacio tuvo acceso libre a los archivos de la Inquisición de la Nueva España radicados en la Ciudad de México. Por entonces, el año 1859, el presidente mexicano Benito Juárez (1806-1872) promulgaría sus famosas Leyes de Reforma, una normas que confiscaban las propiedades y los bienes de la Iglesia. Esto le permitiría al escritor disponer por entonces de la libertad necesaria para acceder, analizar y estudiar los archivos de la sentencia de Guillén Lombardo. Pasado el tiempo, a finales de la segunda década del siglo XX, un periodista norteamericano llamado Johnston McCullen (1883-1958) comenzaría a escribir las populares novelas llamadas pulp novels (novelas baratas y rústicas) que, por aquellos años, empezarían a proliferar mucho entre el público norteamericano. En el año 1919 publicaría su cuento La Maldición de Capistrano, basada en la novela de Riva Palacio. Eso sí, se tomaría la libertad de cambiar el nombre, el lugar y el tiempo al protagonista, pasándose a llamar don Diego de la Vega en vez de Guillén Lombardo y situándose, un siglo después, en California en vez de en Méjico.

Otra curiosidad en la historia es el sobrenombre del Zorro. Este apelativo y su símbolo Z fueron una afortunada ocurrencia literaria de McCullen. Se basaba en la idea que tendría Riva Palacio de que Guillén Lombardo utilizaría la cábala judía para defenderse frente a los inquisidores de sus extravagantes inclinaciones políticas. Esa filosofía mística de origen judío -la cábala- trata entre otras cosas de entender el principio de la vida, su conocimiento último, así como al creador del mundo y su cosmología. Y utilizará para ello una especial interpretación de la Biblia, una que sólo podrán llevar a cabo los verdaderamente iniciados en la cábala. El concepto cabalístico principio de la vida, también conocido como chispa divina, se representaba por la palabra hebrea ziza, cuyo símbolo es la letra Z. Este argumento esotérico lo utilizaría, según Riva Palacio, el propio capitán Lombardo para defenderse de las acusaciones ante la Inquisición. Pretendía así argumentar que la conjura contra la corona y sus deseos de liberar a los oprimidos estarían del todo justificados.

El cuento publicado por McCullen en el año 1919 tuvo mucha aceptación por el público y sería muy traducido. Hasta que un año después llega a las manos de un pionero del cine mudo americano de entonces, Douglas Fairbanks (1883-1939). Este afamado actor norteamericano, llamado el rey de Hollywood, conseguiría producir, escribir y dirigir muchas y exitosas películas en los comienzos del cine americano. En el año 1920 desarrollaría toda su creatividad adaptando el cuento de McCullen al cine. De ese modo produciría, escribiría el guión y protagonizaría además La Marca del Zorro, film dirigido por Fred Niblo (1874-1948). La película ha pasado a ser una de las más grandes producciones norteamericanas del cine mudo. Déjà vu es una expresión francesa que indica la experiencia psicológica por la cual un ser humano siente haber vivido antes algo, o haber sido testigo antes de algo, pero que, sin embargo, se vive por primera vez. Es por lo que la Déjà vu histórica de la leyenda del Zorro cinematográfica sí que se vivió realmente antes, aunque, como las vivencias que suelen sentirse a veces, las últimas historias no tengan nada que ver con la realidad de lo que, sin embargo, sí que llegaron a ser y a vivirse, auténticamente, en la historia.

(Óleo del pintor barroco Rubens, El joven Capitán -hace referencia a Guillen Lombardo-, Museo Timken de San Diego, EE.UU; Lienzo con el retrato del virrey Diego López de Pacheco, autor y fecha desconocidos; Imagen del cuadro con el retrato del escritor mexicano Vicente Riva Palacio, autor desconocido; Fotografía del periodista y escritor Johnston McCullen y del actor, a su derecha, que interpretó al Zorro en los años cincuenta, Guy Williams; Fotografía del actor Douglas Fairbanks, 1921; Imagen del cartel cinematográfico de La Marca del Zorro, 1920.)

29 de junio de 2010

Una aventura en el desierto, un héroe olvidado y un destino cruel.



En octubre del año 1924 dos pilotos militares españoles propusieron al gobierno del general Miguel Primo de Rivera un proyecto para volar a las islas Filipinas. Pero las operaciones bélicas de la guerra de Marruecos del año 1925 pospusieron toda iniciativa de la Aviación española. En aquellos años proliferaron en casi todos los países occidentales las gestas aéreas, unas rutas de aviación pioneras para llegar más lejos, más rápido y antes. Los capitanes del Servicio de la Aviación militar española, pilotos Joaquín Loriga Taboada (1895-1927) y Rafael Martínez Esteve (1894-1965), habían preparado un plan de vuelo a Filipinas con las rutas, los permisos y los aviones adecuados para realizarlo. Eligieron unos aviones franceses, los Breguet XIX -biplanos con gran capacidad de combustible-, para volar en esa gran aventura hacia el Oriente. Así se encargaron para la Aviación militar dos modelos a la compañía francesa Breguet, los modelos matriculados con los números 29 y 30, para tenerlos listos en la primavera del año 1926. En varias etapas se pretendía sobrevolar todo el norte de África, Oriente Medio, la costa del Golfo Pérsico y llegar hasta la India británica en Karachi. Desde ahí, por todo el subcontinente indio, proseguir hasta Calcuta para bajar a Bangkok, subir luego a Indochina y más tarde llegar a la colonia portuguesa de Macao. Así hasta terminar después el raid definitivamente en la ciudad de Manila, capital de las islas Filipinas. Sin embargo, el capitán Martínez Esteve enfermaría fastidiosamente al poco de saberse la fecha de salida.

El gobierno español lo sustituye entonces por otro piloto capitán, Eduardo González Gallarza (1898-1986). Pero en marzo del año 1926 el capitán Martínez Esteve se recupera y solicita reincorporarse a la aventura. Sin embargo, no había más aviones disponibles, así que se localiza uno que había sido utilizado en la campaña de Marruecos, se lleva a Madrid y es revisado de urgencia para su utilización en el Raid Madrid-Manila. Este avión, el número 4, fue el que pilotaría el capitán Martínez Esteve en el famoso Raid a Filipinas. El día 5 de abril del año 1926 despegan los tres biplanos del aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid. Al sobrepasar más tarde el desierto de Arabia (hoy Jordania) el avión Breguet nº 4 del capitán Martínez Esteve, bautizado Juan Sebastián Elcano y llevando a bordo al mecánico Pedro Calvo, tiene forzosamente que aterrizar en el desolado desierto jordano. Al parecer, el depósito de combustible del avión se había vaciado por una rotura accidental. En situación tan desesperada, sin comunicación de ningún tipo, ni señales ni medios para sobrevivir, los héroes perdidos sólo pudieron confiar en que sobrevolasen la zona algunos aviones ingleses que atravesaban esa ruta del desierto. Gracias al agua del radiador del avión consiguieron mantenerse vivos. Al cabo de cinco terribles días, después de varios aviones británicos que no los divisaron, una avioneta de la Real Fuerza Aérea inglesa lograría por fin rescatarlos.

De aquella aventura, el capitán Martínez Esteve escribiría un libro que se editaría en Madrid en el año 1926: Una aventura en el desierto. Fue entonces una obra precursora de los aviadores románticos perdidos en un desierto, algo como les sucediera años después en el Sahara al escritor Antoine de Saint-Exupèry, autor del famoso relato El Principito, o al húngaro Làzlo Almàsy, famoso conde Almàsy por ser El Paciente inglés. Los otros dos aviones de aquel Raid Madrid-Manila habían continuado su recorrido hasta Indochina. Pero en Hanoi al avión del capitán Loriga, el Fernando de Magallanes, le sobreviene un fallo en el circuito del agua y además su mecánico de vuelo no puede continuar por una infección bucal. Desde Macao los dos capitanes, Loriga y Gallarza, vuelan juntos en la aeronave del último, el López de Legazpi, con la que consiguen llegar a Manila el día 11 de mayo del año 1926. Así fue como la llamada Patrulla o Escuadrilla Elcano lograría, por primera vez en años, unir a dos países hermanos, España y Filipinas, países que habían dejado de ser tan solo uno veintiocho años antes. Al capitán Martínez Esteve le obligaron a regresar antes a España, frustrando el deseo del héroe por conseguir llegar a Manila con su avión Breguet. En los años siguientes otros proyectos aeronáuticos del capitán Esteve le fueron negados por el mando de la Aviacion militar. Hasta la caída del general Primo de Rivera, el ahora comandante Esteve no conseguiría reanudar su prometedora carrera de aviador.

Proclamada la República española en el año 1931, es nombrado el comandante Martínez Esteve Jefe de las Fuerzas Aéreas de la Zona Oriental de Marruecos. Pero luego se haría cargo de la Jefatura de la Base Aérea de Tablada en Sevilla. En este puesto, en aquel fatídico verano del año 1936, le sorprendería el levantamiento del ejército de África del general Franco. El gobierno republicano había enviado ese mismo día aviones de Madrid para bombardear a los rebeldes alzados en la ciudad andaluza. Un joven teniente piloto de Tablada, Vara del Rey, conjurado con los rebeldes, trató de boicotear los aviones republicanos llegados desde Madrid. Los tripulantes de esos aviones acosarían violentamente al teniente en respuesta a su acto. El comandante Martínez Esteve interviene decidido para salvar la vida del teniente, y, luego, arrestarlo después como su responsabilidad de Jefe de la Base le obligara a hacer. El gobierno republicano insiste en querer bombardear los enclaves de Sevilla donde se refugian los militares rebeldes. Martínez Esteve duda, pero, al final, no autorizaría la salida de esos aviones para evitar así víctimas civiles innecesarias. Una llamada del general Queipo de Llano a Esteve amenazando con atacar la Base hace que se rinda finalmente el comandante. Más tarde sería acusado en un consejo de guerra y sentenciado a muerte.

Gracias a la intervención del teniente Vara del Rey, el oficial rebelde al que Esteve salvaría la vida, así como por su actuación al frente de la Base aérea, le sería conmutada la pena de muerte por treinta años de prisión mayor. Siete años después conseguiría del gobierno franquista la atenuación a veinte años de prisión menor, y, poco después, el expediente de libertad condicional. En el año 1945 la esposa del piloto Martínez Esteve fallece, luego de haber tenido el matrimonio que emigrar con sus hijos fuera de España. Un año después, el aviador se traslada a Madrid donde puede por fin reencontrarse con dos de sus cinco hijos. En abril del año 1965 moriría en Madrid, triste y olvidado, uno de los héroes aviadores más desconocidos de aquella Patrulla Elcano. Un héroe fallido que -como fue su caso- no conseguiría alcanzar aquella meta filipina pero que, a cambio, sí que lograría conseguir alcanzar otra hazaña: sobrevivir a un desierto inhóspito, desolado y salvaje. Aunque, sin embargo, no pudo llegar a sobrevivir del mismo modo a un cruel destino personal tan fatalmente contingente, uno tan injusto y desalmado como aquel que él viviera.

(Grabado de la portada del libro Una aventura en el desierto, escrito por Rafael Martínez Esteve, Madrid, 1926; Fotografía de un avión del tipo Bruguet XIX, 1926; Fotografía de los aviones Bruguet de la Patrulla Elcano, 1926; Imagen de la antigua pista y base de Tablada, Sevilla; Fotografía del capitán Rafael Martínez Esteve, 1926)