8 de diciembre de 2014

El maravilloso alarde perdido de Tiziano y una legendaria maldición albigense.



Cuando los dominicos de la iglesia veneciana de los Santos Juan y Pablo quisieron competir con los franciscanos, que tenían uno excelente, para disponer el mejor retablo para un altar, convocaron un concurso público en el año 1527. El pintor Tiziano había creado en el año 1517 un extraordinario retablo -siete metros de altura, La Asunción- para Santa María dei Frari de Venecia. Fue la primera vez que se creaba una obra religiosa de ese tamaño, representando una escena sagrada -la ascención de María- en un único momento estético de tiempo, espacio y acción. Los colores de Tiziano para Santa María dei Frari fueron novedosos para entonces, no eran los habituales en una obra sagrada. Tampoco la luz lo sería, una luz creada por el Arte que no se sabe cómo termina iluminándolo todo... Los dominicos querían la mejor obra de Arte para su retablo; pero, aunque no sabían muy bien cómo debía ser, sí sabían qué tema debía tratar: la dramática muerte de uno de sus santos, Pedro de Verona.

La herejía en la Iglesia fue frecuente en los primeros siglos del cristianismo. Los concilios trataron de crear una sola voz, un solo mensaje y una única doctrina, pero la enorme extensión del imperio romano hizo que las costumbres de cada región impregnara su forma de entender el mensaje de Cristo. Aun así las cosas se calmaron -tal vez por el auge del Islam- a partir de los siglos VII y VIII, cuando el maniqueísmo fue entonces la forma más peligrosa para Roma. Pero llegaría el fin del milenio y los signos desolados de los tiempos -enfermedad, guerras, injusticias o pobreza- comenzaron a hacer ver de forma diferente las cosas de este mundo y del otro. La religión era además reflejo del sentimiento político y social de los hombres. No fue extraño que surgieran en Europa occidental episodios de herejía, como el relatado en el proceso contra unos clérigos en Orleáns durante el año 1022: Decían el nombre del diablo cantándolo en todas sus versiones, hasta que uno descendió sobre ellos con la apariencia de una bestia, luego participó en una orgía y comió una especie de viático diabólico con las cenizas del cadáver de un bebé. Otro cronista de Cluny escribiría también: Esto es acorde con la profecía de San Juan en la que dijo que Satanás sería liberado en cuanto hubieran transcurrido mil años.

Tiziano quería el contrato del retablo de los dominicos como fuese. Era desde el año 1516 el pintor oficial de la República de Venecia y, por tanto, tenía la mejor reputación artística de la ciudad-estado. Sin embargo, otros pintores ya habían trabajado para los dominicos de Venecia, como El Pordenone (1483-1539) y Palma el viejo (1480-1528). El primero poseía el dominio de la narración dramática, algo que no dominaba Tiziano. Así que este pintor  veneciano -el más grande del siglo XVI- debía corregir su técnica si quería que los dominicos aceptaran su trabajo. Y lo aceptaron. Tiziano llevó a cabo la mejor obra de Arte por entonces, años 1528 al 1530. El retablo narraba la muerte por unos herejes de Pedro de Verona cuando se dirigía de Como a Milán en el año 1252. Tiziano describe la escena trágica con una genialidad sorprendente, porque fue un asesinato y así lo pintaría, con los escorzos, los gestos viles o el sentido más trágico para una escena de ese tipo. En el bosque de Barlassina fue donde sucedió el hecho terrible y Tiziano elaboró un paisaje original con árboles, cielo y montañas al fondo.

El historiador del siglo XVI Giorgio Vasari escribiría de esta creación: La obra más acabada, la más celebrada y la mejor concebida y ejecutada que Tiziano hiciera en toda su vida. Debió haberlo sido, porque lo que hoy vemos del retablo de Venecia no es de Tiziano sino copias de lo que él hizo. Su maravilloso retablo terminaría destruido o calcinado durante el revolucionario año de 1867. Luego de que Napoleón conquistara Italia en el año 1797 el lienzo de Tiziano fue enviado a París. Más de un siglo antes un rico comerciante holandés -Daniel Nys- hasta quiso comprarlo, sin éxito, ofreciendo entonces una cantidad exorbitante de dinero, dieciocho mil ducados, tal era la fama de la obra de Tiziano. Un pintor y crítico del siglo XVII, Carlo Ridolfi, calificó aquel retablo famoso: Había tocado el ápice del Arte más sublime.

En junio del año 1251 el papa Inocencio IV nombra a Pedro de Verona (1205-1252) inquisidor especial para una misión en Cremona. Fue elegido por su energía, dedicación, ascetismo y reputación personal. El antecesor en el papado, Gregorio IX, había creado la Inquisición en el año 1231 para acabar con la herejía albigense. Un año después de su nombramiento, en 1252, cuando Pedro de Verona acudió a Milán para otra actuación contra los albigenses, una conspiración de líderes cátaros de Milán, Como, Lodi, Bérgamo y Pavía pagaría a unos asesinos para que lo matasen. Pedro de Verona fue golpeado en la cabeza y apuñalado. Un compañero de él fue herido de muerte pero vivió para contar la historia. Inocencio IV temió que el hecho -Pedro era un dominico modelo contra la herejía- pudiera intimidar o acobardar en el futuro, pero sucedió todo lo contrario, el asesinato creó un mártir y todo el mundo condenó el crimen. Sólo un año después, algo insólito en la Iglesia, fue declarado Pedro de Verona santo. Y hasta uno de aquellos conspiradores que pagaron su muerte, Daniel de Guissano, se arrepintió y terminó por hacerse dominico.

Después de que Napoleón acabase en el año 1816, el escultor italiano Antonio Canova devuelve a Venecia el lienzo de Tiziano Muerte de San Pedro Mártir. Cuando la obra había dejado de ser parte del retablo se pensó colocar en una capilla de la iglesia, la capilla del Rosario, como un cuadro más de los muchos que colgaban de sus paredes, óleos de Tintoretto, de Palma el viejo o de Bellini. La capilla del Rosario fue inaugurada y consagrada en el año 1582, día de la virgen del Rosario -7 de octubre-, para conmemorar la victoria de la Batalla de Lepanto del 7 de octubre de 1571, cuando Venecia y España vencieron a la flota turca en el golfo de Corinto. Y en esta capilla veneciana, llena de grandiosas obras de Arte, se situó la famosa Muerte de Pedro de Verona. Años después de regresar a Venecia de Paris, unos vándalos anticatólicos penetran en la capilla y prenden fuego a la obra. Ardieron las bancadas y las reliquias, pero también las obras de Arte que contenían sus paramentos. Allí acabó la grandeza de lo que una vez fuera la obra de Arte más sublime de la historia. En su lugar se colocó una copia de aquella excelsa obra del Renacimiento, ya pintada en el año 1691 por el pintor alemán Johann Carl Loth.

(Óleo del pintor barroco Livio Mehus, Alegoría del genio de la Pintura, 1650, donde el propio pintor se autorretrata detrás de un geniecillo pintando la obra de Tiziano, Muerte de San Pedro Mártir, Museo del Prado; Detalle de la obra Muerte de San Pedro Mártir, después de Tiziano, de autor desconocido, Museo Fitzwilliam, Cambridge, Inglaterra; Detalle de la obra de Livio Mehus, Prado; Retablo Muerte de Pedro de Verona, del pintor Johann Carl Loth, 1691, Basílica de san Juan y san Pablo, Venecia; Óleo Muerte de San Pedro Mártir, siglo XVI, anónimo, Museo Fitzwilliam, Cambridge, Inglaterra; Fotografía actual de la capilla del Rosario, Basílica de san Juan y san Pablo, Venecia; Fotografía de la capilla del Rosario después del incendio, Venecia, 1867; Fragmento de la obra Auto de Fe, del pintor español medieval-renacentista Pedro Berruguete, 1499, Retablo que el inquisidor Tomás de Torquemada pidió al pintor para la Catedral de Toledo, se observan unos herejes cátaros en la escena, Museo del Prado; Fotografía de la fachada de la Basílica de san Juan y san Pablo, Venecia.)

No hay comentarios: