3 de marzo de 2011

Diálogo entre dos formas de entender la vida, o dos formas de entender el Arte.



Desde siempre en la historia de la humanidad se han enfrentado dos formas o ideas de entender el mundo. La Filosofía ha sido el instrumento que los humanos han utilizado para tratar de exponer esas dos maneras de ver lo que somos y lo que nos rodea. Fueron ambas formas traducidas también como la dialéctica del conocimiento y sus consecuencias para entender el mundo. Lo fueron en el sentido de que una de las dos afirmaba que la vida es sólo materia sin más, o que, por el contrario, lo que existe no sea más que una interpretación del intelecto -del alma o mente- del hombre. El filósofo irlandés George Berkeley fue uno de los pensadores -tal vez el primero- que más originalmente creó una teoría sobre la percepción no material de la realidad, sobre el idealismo más subjetivo. Escribió en el año 1713 Los tres diálogos entre Hilas y Filonús, un relato donde enfrentaba esas dos formas de concebir la existencia. Una es Hilas, que representa la materia; otra Filonús -expresión de origen griego compuesta de Fileó, amar, y de Nous, alma-, que representa la mente.

Cuando se hizo al mar la nave legendaria Argo, donde el mítico Jasón emprendiera su aventura en busca del Vellocino de Oro, algunos héroes griegos quisieron acompañarlo. Uno de ellos lo fue Heracles -Hércules-, el cual quiso que le acompañase su amigo Hilas, un hermoso efebo hijo de Tiodamante, rey de los Dríopes. En uno de los arribos que hicieron los argonautas para proveerse de víveres en la costa de Misia, se envía a Hilas a buscar agua por los alrededores. Pero en un momento preciso, el  mismo momento en el que Hilas se postra ante las orillas de una fuente profunda para saborear su agua, unas hermosas ninfas acuáticas de pronto, impresionadas por su juvenil belleza, se avalanzan sobre él, hundiendo al efebo hasta el fondo de la laguna. Así desaparecería Hilas para siempre. Con motivo de esta leyenda mitológica dos pintores, alejados en la historia, trataron de fijar la imagen de esa seducción y rapto de Hilas. Lo hicieron con dos tendencias artísticas diferentes tanto en la forma de entender el color, el encuadre o el escenario, como en su propia representación estética, mensaje o simbolismo artísticos.

John William Waterhouse fue un pintor decimonónico que, aunque iniciado en la tendencia neoclásica de su época, su obra es básicamente prerrafaelita y mantuvo además interés por las formas impresionistas de su generación. En esta creación suya del año 1896, Hilas y las Ninfas, nos describe el pintor inglés, con especial maestría, las figuras ausentes y lánguidas de las hermosas y seductoras ninfas de Misia. Pero también los colores vivos o la ensoñación lírica dibujados en cada trazo perfecto y delimitado de su obra. Donde cada pincelada corresponde a la esencia de su propia naturaleza representada, es decir, a lo que cada cosa representa, es o pertenece en el mundo físico; a lo que es en su propia materialidad o realidad física. Pero, sin embargo, manteniendo la inocencia inspirada de unos gestos idealizados junto a su maravilloso e idílico entorno natural. Por otra parte, veremos también la misma escena mitológica representada, pero, a cambio, en una composición artística muy distinta a la anterior, realizada casi dos siglos antes por uno de los pintores barrocos más curiosos de su tendencia, el florentino Francesco Furini. Aunque perteneciente a la tendencia de su tiempo -el Barroco-, se sintió el pintor italiano, sin embargo, atraído por el Manierismo, una tendencia ya decadente, y su sutil técnica del esfumado, una técnica pictórica creada casi un siglo antes por el genial Leonardo da Vinci.

Esa forma de pintar leonardiana consistía en dotar al lienzo de varias capas superpuestas de suave y fina pintura. Así se conseguía un efecto de contornos imprecisos donde lo lejano y lo cercano fuesen, a la vez, un continuo sin fin iconográfico que expresaba un aura de realidad y misterio al mismo tiempo. Esa difuminación estética la obtiene Furini genialmente en su lienzo Hilas y las Ninfas del año 1635. La misma escena mítica de seducción y rapto de Hilas pero, sin embargo, ambos pintores obtienen dos resultados completamente distintos. La obra barroca de Furini no nos seduce de inmediato tanto como, seguramente, sí lo hace la obra prerrafaelita de Waterhouse. Porque la claridad de este último pintor, la belleza natural transferida a un perceptor que ahora, sin mucho imaginar, pueda percibir todo ese conjunto perfecto de bellas ninfas, de imagen definida y verosímil del protagonista -Hilas-, de atmósfera encantada o de unos colores de una naturaleza sugerente, hermosa y delicada, hacen de la creación de Waterhouse una opción artística más atractiva que la de Furini. Es decir, que representaría esta obra clásica del prerrafaelita Waterhouse una belleza más material...

Sin embargo, el pintor Furini obtiene en la suya, con la representación de la misma leyenda mitológica, una diferente, especial o genial obra maestra del Arte. Es decir, que obtuvo este pintor italiano con su obra una belleza más espiritual... En la obra de Furini no hay nada que, al pronto, nos haga comprender bien qué es lo que estamos ahora viendo. Qué es o representa esa escena barroca tan confusa, ¿una seducción, un rapto o una fiesta dionisíaca? Sobre un fondo oscurecido, ante un cielo tenebroso y unos perfiles imprecisos, aparece ahora un Hilas diferente, un ser como pensando, incluso, qué ha de hacer mejor ahora él ante el suceso que padece, si seguir o regresar... Algunas ninfas se muestran en la obra de Furini distraídas y otras, sin embargo, muy decididas, enfrentadas claramente así al protagonista. Sólo esta parte del cuadro -la mitad inferior- es la única parte que ocupan todos los personajes -a diferencia de la obra prerrafaelita- en el lienzo barroco: el resto es oscuridad, soledad o lejanía. Aun así, el pintor florentino alcanzó en su obra a incluir todo lo necesario, ni más, ni menos. Sólo después de comprender cuál es el tema que hay detrás de lo que representa un cuadro, aquello que verdaderamente encierra un lienzo artístico, es cuando la técnica elegida por el pintor -su propia tendencia también- alcanzará toda su perfección artística y estilística al ser percibida completa en nuestra mente estéticamente comprensiva... Esto fue lo que consiguió Francesco Furini con su obra mitológica; esto es lo que, además, es la genialidad del Arte. En su obra literaria el filósofo Berkeley, en el curioso diálogo que tienen sus dos personajes -Hilas y Filonús-, escribirá en una ocasión:

- Filonús:   Los hermosos colores rojos y purpúreos que vemos allá en las nubes, ¿están realmente en ellas?

- Hilas:  Tengo que admitir, querido Filonús, que esos colores que vemos no están realmente en las nubes, tal como parecen estar a esta distancia. Son colores aparentes.

- Filonús:  ¿Los llamas aparentes? ¿Cómo distinguiremos, entonces, esos colores aparentes de los reales?

(Óleo de Francesco Furini, Hilas y las Ninfas, 1635, Palazzo Pitti, Florencia; Cuadro del pintor John William Waterhouse, Hilas y las Ninfas, 1896, Galería de Arte, Manchester; Óleo del pintor Francesco Furini, La Fe, 1645, Palazzo Pitti, Florencia, lienzo donde Furini consigue una delicada representación de una virtud teologal, representada aquí con la sutileza exquisita de un extraordinario perfil desnudo, una mirada indolente y una copa como un símbolo, toda una escena iconográfica metafísica en donde no sobra ni falta nada.)

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