19 de octubre de 2010

Dos sex-symbols, la niña que triunfó y la mujer que no lo hizo.



En la película biográfica Nixon, realizada por el director norteamericano Oliver Stone en el año 1995, el personaje protagonista -interpretado por el genial Anthony Hopkins- recorre ahora los pasillos de la Casa Blanca mientras reflexiona, alicaído, sobre los díficiles momentos que le toca vivir. De pronto mira un retrato colgado en la pared de su antecesor Kennedy, y le dice convencido: cuando el pueblo americano te mira ve lo que quisiera ser, cuando me mira a mí, ve lo que es.  La diferencia -en el Arte es motivo fundamental de distinción de una obra maestra- entre genialidad y mediocridad es mínima. Incluso como las diferencias entre los genomas de lo humano y de lo simio, pero este escaso y pequeño matiz hará que todo sea absolutamente diferente...

La bailarina norteamericana Marie van Schaack (1918-1999), más conocida como Lili St.Cyr, comprendería pronto que como artista de espectáculos de streeptease ganaba mucho más que como corista en películas de bajo presupuesto. Aun así, consiguió gracias a su físico extraordinario -muy bella, rubia y altísima- obtener papeles en algunas películas de Hollywood de escaso perfil durante los años cincuenta. Una de ellas fue El hijo de Simbad, una producción del inefable Howard Hughes del año 1955. Otra importante participación suya fue en Los desnudos y los muertos, del año 1958 -basada en la novela del escritor americano Norman Mailer-, donde Lili St.Cyr interpreta a una bailarina de un club nocturno. No consiguió triunfar en el cine y su vida artística fue terminando poco a poco, hasta acabar entonces dedicada a negocios de ropa íntima y sugestiva femenina. Todo un alarde, sin embargo, de inteligencia práctica y adaptativa. Terminaría sus días en Los Ángeles a la edad de ochenta y un años, desconocida, con sus gatos y feliz.

Para Marilyn Monroe (1926-1962) Lili St.Cyr fue un modelo a seguir. Según cuentan sus biógrafos, la bailarina picante representaría para Marilyn un ejemplo en la manera de vestir, de hablar, de comportarse y de moverse para llegar a convertirse en una diosa sexual. Norma Jeane Baker, su verdadero nombre, fue una chica tímida, insegura, de pelo castaño, voz aflautada y estridente, la cual nunca pudo -por fortuna para el cine- evitar una personalidad frágil y sensible, casi infantil, dentro de la imagen de una mujer exuberante, poderosa y sensual. Eso que la diferenciaba de Lili St.Cyr fue lo que el cine obtuvo, a cambio, de ella.  La sensibilidad y vulnerabilidad de sus personajes -y de ella misma- la llevaría a triunfar, pero, al mismo tiempo, la llevaría a su  cruel y fatal destino personal. Fallecería a los treinta y seis años en su casa de Brentwood, California, sola, infeliz y deprimida. Pero de ese modo, sin embargo, pasaría, casi desamparada, a llegar a convertirse en todo un extraordinario mito del cine universal.

(Fotografía de Lili St. Cyr en una actuación atrevida con un loro, 1949; Fotografía de St. Cyr en su estudio, 1955; Fotografías de Lili St. Cyr como bailarina de streeptease, 1950; Fotografía de Marilyn Monroe, 1957; Fotografía de Marilyn en el Actor's Studio, 1950; Fotografía de la joven Norma Jeane Baker, 1947; Fotografía de Marilyn Monroe; Fotograma de una película de George Cukor en 1962; Fotografía de Marilyn en el jardín de su casa, 1961.)

Vídeo de Lili St.Cyr; Vídeo de El Hijo de Simbad, bailando St. Cyr; Vídeo de Marilyn Monroe.

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